Todos nuestros esfuerzos persiguen aquietar la mente. Ya tenemos la experiencia de cuan charlatana es la mente. Incluso cuando queremos que la mente observe la respiración, difícilmente observa un par de respiraciones antes de volver al viejo hábito interminable de pensar y hablar consigo misma. Queremos calmarla centrarnos en la tarea de observar la respiración, pero a pesar de nuestros esfuerzos, no se calma. Además, si hablas de ello con otros meditadores, la mente aún toma más fuerza para sus pensamientos. Recordarás esta conversación mientras meditas, debilitándo tu meditación. La otra persona no podrá meditar correctamente tampoco. Tenemos el hábito de malgastar nuestra energía hablando incesantemente e innecesariamente. Nuestra conversación ha de tener siempre un propósito. Pero por ahora, nuestro propósito es meditar, lo que hacemos mientras observamos el completo silencio.
Observamos la respiración; y en este proceso, comenzamos a conocer nuestra mente. Mientras aprendemos sobre la mente, podemos también reformarla. La mente y la respiración están fuertemente unidas. Cada vez es más evidente a medida que avanzas en el sendero de la meditación. Mientras observas la respiración, pueden aparecer en tu mente algunos pensamientos de rabia. Entonces notas cómo el ritmo normal de la respiración se altera y se vuelve más rápido y pesado. Cuando la mente se deshace del enojo, la respiración vuelve a ser normal. Esto demuestra cómo el desorden de la mente está relacionado con nuestra respiración. Cuanto más meditas, mejor llegas a entenderlo. Pero solo vas a entender este fenómeno claramente si trabajas con la respiración pura. Si añades algo a la respiración, entonces fallarás en su entendimiento. Por estas razones, trabajamos con la respiración. La respiración se relaciona no solo con el cuerpo, sino con la mente también. Cuando inhalamos, los pulmones se llenan de aire y cuando exhalamos, los pulmones se vacían. Así es cómo la respiración se relaciona con el cuerpo. Y cómo acabamos de explicar, cuando una impureza aparece en nuestra mente, el ritmo normal de la respiración se altera. Así está conectada la mente a la respiración.
Ciertamente no es muy sabio vivir en el presente y no hacer absolutamente ningún plan para el futuro. Mientras observas la respiración, estás además percatándote del trabajo de la mente. Has observado que generar pensamientos sobre el pasado y el futuro se ha convertido en un hábito permanente de la mente. La mente no quiere enfocarse en su tarea presente de observar la respiración. Cuando se ve envuelta en pensamientos sobre el futuro, su energía se reduce y es incapaz de trabajar con todo su potencial en una tarea. Y, cuando el momento de realizar la acción adecuada llega, la mente ha agotado toda su energía. Entonces, con la mente profundamente enraizada en el presente, piensa y planea para la tarea inmediata. Marca tu meta y no la pierdas de vista, camina paso a paso hasta llegar a ella. Una vez que la meta está marcada, no debes replanteártela más. De esta manera cada paso estará en el presente. Pero permanece atento en todos y cada uno de los pasos que das. Así eliminarás todas las posibilidades de error.
Te preguntarás ¿cómo es posible guiar tu vida si no planeas el futuro?. Tenemos una reserva de energía limitada por lo que ésta ha de ser utilizada con sabiduría. Debemos usar solamente la energía necesaria para planificar el futuro. Tendemos a agotar nuestra energía atormentando la mente con pensamientos sobre el futuro. “Puede ocurrir esto o no. ¿Debo hacer ésto o no hacerlo?“ ¡Oh! Permite estos pensamientos sólo cuando son requeridos. Justo ahora, tu trabajo es observar la respiración para mantenerte en el presente. Si adoptamos el hábito de permanecer firmemente en el presente, vamos a ser capaces de dar el próximo paso correctamente. Así estableciendo este hábito como patrón de la mente, enfatizamos nuestro estar en el presente.
Ser ambicioso no es malo en absoluto. Marcamos una meta definida para nuestra vida. Por ejemplo, estudiamos para satisfacer una determinada ambición, o practicamos meditación por un propósito concreto. Pero si nos apegamos al objetivo y nos preocupamos constantemente por él, mientras no hacemos esfuerzos para conseguirlo, es absurdo tener cualquier ambición. ¿Cuál es el punto en ser ambicioso acerca de algo si te impide tomar el camino correcto en la acción? Decide tu anhelo y esfuérzate para conseguirlo. Si tienes sed, ve y toma agua. No más llorar por el agua y preocuparte por ella, no va a saciar tu sed. Lleva a cabo con ganas el esfuerzo de obtener el agua, bébela y satisface tu sed. ¿Qué tiene eso de malo? Igualmente, no hay error en tener una buena ambición y hacer los esfuerzos para alcanzarla. Pero si te obsesionas con ella y solo te preocupas por satisfacerla sin hacer ningún esfuerzo en esa dirección, entonces, ¿vas a abandonar esa vía y fracasar? De esta manera incluso una buena ambición no será éxitosa. Así que ten una correcta ambición y lucha por alcanzarla.
Es bueno si estás sintiendo ese tipo de incomodidades mientras meditas. No te distraigas por ello. Pero entiende la causa detrás de ello. Es debido a esta técnica de meditación. Vas a observar que mientras tu mente está concentrada en la respiración, no genera ansiedad o aversión. En el momento en que la mente se vuelve pura, hay una reacción explosiva en el repertorio de impurezas, que aparecen en la superficie del cuerpo en forma de variadas incomodidades. Permítenos exponerlo a través de una comparación. Las brasas están ardiendo en el fuego y rociamos un poco de agua sobre ellas. ¿Qué pasa entonces? El agua está fría y las brasas calientes. El contacto entre las brasas calientes y el agua fría va a producir un sonido como un ruidoso silbido. Esta reacción es el resultado de dos cosas que se juntan teniendo características radicalmente opuestas. Si continuamos echando agua en las brasas ardientes, cada vez va a haber un silbido pero gradualmente se van a enfriar y van a parar de silbar. De similar manera, cuando la mente va ganando concentración, se vuelve pura y trae alivio. Estos cortos instantes de pureza son como agua vertida sobre las brasas ardientes de las negatividades. Su contacto origina todas esas incomodidades como dolor de cabeza, de espalda, inquietud, naúsea, dolor en los pies, etc. No te distraigas ni te sientas desalentado por ellas. Lenta y gradualmente, irán desapareciendo. Solo continuar echando agua en las brasas al rojo las enfría, de manera similar las incomodidades se irán curando. No vas a sufrir ningún daño. Así que no te inquietes en absoluto.
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